28.6.07

Falsas apariencias

Si hay alguna película en cartelera que resulte fresca, entretenida y sobresalga por su estética veraniega, ésta es, sin lugar a dudas, Un Engaño de Lujo. Sus atractivos y coloridos títulos de crédito, llenos de motivos estivales y festivos, apuntan directamente a las pretensiones de Pierre Salvadori, su director, quien, además de orquestar un entretenimiento tan sencillo como simpático, recurre, desde Francia, al glamour de aquellas comedias norteamericanas en las que, gente como Lubitsch, concentraban sus principales focos de atención en ambientes sofisticados y elegantes.

Y, al igual que a éstos, al tal Salvadori (aunque en menor grado y de forma menos sutil), le encanta plasmar -con mucho sentido del humor- la amoralidad sexual y ética de sus personajes principales y de la historia en sí misma. Ésta, al igual que las de sus referentes más cercanos, se inicia con un malentendido. Y es aquí en donde la timidez de Jean, un botones estresado de un lujoso hotel de la Costa Azul, jugará un papel importante ante la aparición inesperada de Irène, una cliente borrachina y de buen ver que acaba de confundirle con un hombre adinerado y con posibilidades. Él, para no defraudarla y evitar quedar al descubierto, le seguirá el juego; total, la ocasión la pinta calva y no hay porque desperdiciar una noche que promete ser muy loca. Pero las apariencias engañan, ya que él no es el único que está representando un papel en la accidentada farsa.


La química establecida entre los dos protagonistas es una de las bazas fundamentales en la propuesta que ofrece Un Engaño de Lujo. Él, Gad Elmaleh - ese actor marroquí que explota al máximo su parecido físico con Buster Keaton-, está perfecto en el rol del enamoradizo Jean, un tipo dispuesto a romper sus más básicas reglas de supervivencia para conseguir el amor de la chica recién llegada a su vida; mientras que ella, Audrey Taoutou, sabe cambiar acertadamente de registro para mostrarse espléndida al explotar su parte más erótica y sensual; una faceta de ella no conocida hasta ahora y que, aparte de remontarnos hasta la refinada belleza de la Audrey Hepburn de Desayuno con Diamantes, apunta hacia nuevas maneras en la carrera de una actriz que siempre me había parecido muy sosa y encasillada en personajes similares.

La película no ofrece muchas sorpresas, pues es casi como un remake actualizado de aquellas viejas cintas en las que el vodevil y las numerosas entradas y salidas de distintos personajes en pantalla, aumentaban aún más el embrollo planteado. Pero, a pesar de esa falta de originalidad, Pierre Salvadori maneja bien sus cartas. Se muestra como un experto en el género, midiendo a la perfección el tiempo de sus gags y sin alargar, más allá de lo necesario, ciertas situaciones que, en manos de otro realizador, podrían resultar cansinas. Incluso su habilidad es tan grande que logra que el espectador más carca y reaccionario acepte, con total normalidad, el libertinaje sexual que abrigan los actos y la relación abierta establecida entre Jean e Irène.

Un Engaño de Lujo, a pesar de su título, no engaña a nadie. No es una gran comedia, pero resulta un trabajo agradable y distendido para un momento en el que la cartelera está abarrotada de películas sobrias y dramáticamente perturbadoras. Un oasis, en medio de tanta austeridad cinematográfica, siempre resulta relajante.

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