29.5.07

EN RESUMIDAS CUENTAS: Londres-Manhattan

El único punto en común entre el recién estrenado Alta Sociedad y el film homónimo de 1956 estriba en que, en ambos, el núcleo principal de sus respectivas y distantes historias se centra en la aristocracia. Es tan sólo una mera cuestión del eterno problema de la traducción española de títulos originales, pues la cinta de la británica Martha Fiennes (hermana, para más señas, de Ralph y Joseph Fiennes) atiende, en realidad, por Chromophobia. Sencillamente, ese cambio radical de título, no implica más que unas ganas tremendas de despistar al espectador resituándolo en el antiguo remake coloreado y musical de Historias de Filadelfia, protagonizado por Grace Kelly, Frank Sinatra y Bing Crosby.

En la Alta Sociedad de Fiennes se diseccionan los pocos escrúpulos de los que hacen gala una familia adinerada de la ciudad de Londres. Planteada como un producto coral, varios personajes y situaciones irán alternándose ante la cámara, aunque recibiendo una especial atención la figura del aburguesado Marcus Aylesbury, un hombre que está a un paso de ver tambalear su gran imperio y a su familia por culpa de una información privilegiada conseguida por un viejo amigo periodista.

Al igual que hizo Robert Altman en muchas de sus películas, la realizadora inglesa finaliza su trabajo uniendo en una única trama a cuantos caracteres ha ido describiendo a lo largo de su metraje. Cada uno de ellos estará ligado, de una manera u otra, al universo del tal Marcus Aylesbury, un Damien Lewis no muy convincente en su papel. Pero al contrario, por ejemplo, de lo que ocurría en Vidas Cruzadas, la manera de atar cabos resulta demasiada forzada (por no decir primaria).

Es innegable que el film cuenta con un casting atractivo. Reunir para un mismo título a gente como Ralph Fiennes, Ben Chaplin. Ian Holm, Kristin Scott Thomas o Penélope Cruz, no es moco de pavo. El problema estriba en que la directora no ha sabido sacar un buen provecho de ninguno de ellos, dejando que, en general, todos muestren su vena más histriónica, incluida nuestra internacional Pene quien, en esta ocasión, otorgando muy poca credibilidad a su rol y totalmente alejada de su magnífica interpretación en Volver, da vida a una prostituta enfermiza y madre soltera.

A pesar de las loables pretensiones de apostar por un producto coral, da la impresión que Alta Sociedad se trate de un trabajo compuesto de varios episodios y en el que, dando ciertos giros de guión (tan falsos como apremiados), se acaban juntando (por arte de birlibirloque) todos los fragmentos que han ido asomando durante sus interminables y aburridos 135 minutos de proyección.


Sin ser una gran película, se me antoja bastante más distraída la propuesta de Bart Freundlich quien, con Ellas y Ellos (estrenada con dos años de retraso, al igual que Alta Sociedad), organiza una sencilla comedia, de coordenadas muy similares a las del cine de Woody Allen (aunque salvando las distancias) y que, inexplicablemente, pierde todo su gas durante el caótico y desmadrado capítulo final, ambientado durante una astracanada representación teatral.

Poco (o nada) nuevo ofrece Ellas y Ellos a ese tipo de comedias sentimentales que asoman por nuestras pantallas desde que la espléndida Cuando Harry Encontró a Sally renovara un tanto el género. La woodialleniana ciudad de Manhattan es el entorno geográfico en el que un par de parejas empezarán a notar la crisis causada por sus largos años de convivencia. Julianne Moore y David Duchovny por un lado y Maggie Gyllenhaal y Billy Crudup por el otro; los primeros casados, los segundos a punto de contraer nupcias. La desidia y la monotonía en sus vidas harán que todo empiece a derrumbarse a su alrededor.

Algunos chistes simpáticos y unas cuantas situaciones hilarantes, junto con el inesperado potencial cómico demostrado por Duchovney, es lo más destacado de un previsible producto en el que la eterna guerra de sexos y los malentendidos vuelven a cobrar el protagonismo habitual. No hay sorpresas ni grandes ingeniosidades; lo normal en una película que, dos días después de haberla visto, se autodestruye en el interior de las mentes para liberar espacio en el disco duro. Si te he visto, ni me acuerdo.

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