24.1.07

Ustedes lo han querido: PERROS DE PAJA

Perros de Paja es el primer largometraje de Sam Peckinpah que no transcurre en el Lejano Oeste aunque, en todos los aspectos, posee la estructura más clásica del western. Ambientado en 1971 (el mismo año en que se rodó) y filmado íntegramente en la pequeña localidad de Cornway (Inglaterra), narra una historia de acoso y derribo, en la que el instinto de supervivencia y la violencia se significaron como los principales puntos de atención del realizador.

Al igual que en centenares de westerns, Peckinpah cuenta con el protagonismo de un forastero y su atractiva esposa, una pareja que acaba de llegar a un apacible pueblecito inglés. Él es David Sumner, un matemático norteamericano que, tras ser dotado con una beca para investigación, decide aprovechar ese beneficio con el fin de profundizar en su trabajo amparándose en la sosegada y pacífica campiña británica. Ella es Amy, inglesa de nacimiento y propietaria de la vieja casona que, a las afueras de la villa, le dejó en herencia su padre. David es un hombre timorato y retraído, un tanto cobarde; Amy es una mujer sensual y provocativa, bastante hastiada de la apatía que domina la existencia de su marido. Dos caracteres antagónicos que, muy a pesar suyo, se verán envueltos en una pesadilla infernal de connotaciones trágicas.

Un alcalde justo (que sustituye al del eterno papel del sheriff), un grupo de incontrolados camorristas (los forajidos de turno, entre los que se encuentra un antiguo amante de Amy), un adulto mentalmente enfermo y el icono de una taberna como eje central de todo cuanto ocurre, fueron el resto de elementos necesarios para que Peckinpah diera rienda suelta a sus instintos más primitivos y retornara, en parte, a su adorado salvaje Oeste.

En su secuencia inicial, de apenas cinco minutos de duración, el realizador demostró su gran capacidad de síntesis pues, en ese escaso tiempo y con sólo cuatro trazos mínimos de guión, presenta de una tacada a los principales protagonistas del opresivo y virulento relato, el cual, basándose en la novela The Siege of Trencher’s Farm de Gordon M. Williams, fue construido a modo de gran crescendo, en el que la tensión y la angustia psicológica jugaron un papel importante.

Dustin Hoffman fue el actor ideal para encarnar al temeroso David Sumner, un hombre que, a marchas forzadas, sufrirá una fuerte transformación psíquica al verse altamente presionado por su propia esposa y, al mismo tiempo, por las circunstancias exteriores que le rodean. Un trabajo excelente que, sin lugar a dudas, fue secundado de manera modélica por una espléndida y apetitosa Susan George, en el papel más destacado, compacto y recordado de su carrera. A la labor de Hoffman y de George, habría que añadir la siempre inquietante presencia de David Warner, curiosamente no acreditado en el film y que, en la piel del clásico tonto del pueblo, era el más claro detonante de la explosión de violencia final.


Los jugosos pechos al descubierto de Amy Sumner y el ahorcamiento de un gato, conformaron el inicio de uno de los juegos macabros más brutales ideados por Sam Peckinpah; un juego en el que sólo existe una única regla: vivir o morir. La cobardía y el heroísmo, dos conceptos que se mezclan en medio de un cóctel ponzoñoso, de imágenes ralentizadas, litros de alcohol, ratas, miembros apuntados y cráneos reventados. Para suavizar ese festival final de tan explícita bestialidad, y a modo de justificación de la cruenta barbarie, inserta un sinfín de necesarios e imperceptibles flash-backs, casi subliminales, para recordar al espectador los motivos que han conducido a David Sumner a su particular Apocalipsis. Uno más de esos magistrales ejercicios visuales y de montaje con los que nos obsequió su desaparecido director.

De hecho, en su primer estreno, aparte de ser machacado por la censura española -cambiando incluso el sentido de una de sus escenas clave (en la que Susan George tiene un rol determinante)-, el film causó una gran polémica al ser acusado, injustamente, de cometer apología de la violencia. El paso del tiempo ha demostrado lo contrario, reconociendo a Perros de Paja como una de las obras más personales y maestras de un realizador singular y añorado. Personalmente, jamás me cansaré de verla. Un título imprescindible.

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