6.8.05

Dos hombres y un destino

Roma, 15 de agosto de 1961. Las calles de la ciudad se muestran desiertas. Están en lo que ellos llaman el ferroagosto, la huida masiva de los habitantes de la capital. Sus tiendas permanecen clausuradas. No hay un solo bar para tomar un puñetero expresso. Sólo circula por las vacías avenidas de la urbe un potente deportivo descapotable, haciendo atronar su peculiar claxon y conducido por Bruno Cortona, un cuarentón, un tipo un tanto jetas aunque muy vital. Busca desesperadamente un teléfono. Unos no funcionan y otros están en el interior de los negocios, cerrados a cal y canto en esa fecha. El puto ferroagosto... y el móvil aún por inventar. Casualmente coincidirá con Roberto Mariani, un joven y tímido estudiante que, en esos días, está sólo en el apartamento de sus padres. Ante el agobio de la calurosa y solitaria ciudad y tras realizar la llamada telefónica, Bruno y Roberto decidirán pasar un día fuera de Roma, huyendo ambos con el coche del primero y enfrentándose juntos a todo tipo de desventuras.

Este es el inicio de La Escapada, una de las mejores películas de Dino Risi y, por defecto, del cine italiano de los años 60. En el guión, ¡cómo no!, el propio Risi, Roggero Maccari y Ettore Scola, uno de los grandes de esa cinematografía. Blanco y negro, un humor punzante y algún que otro toque erótico. Y, como novedad, entran a saco en una atípica road-movie europeizada, rompiendo de este modo con la ola neorrealista y sobre la postguerra italiana que tantos inolvidables títulos nos dio ese país.

Risi, ante todo, se centra en la extraña relación creada entre dos personajes un tanto antagónicos. Bruno y Roberto. O, lo que es lo mismo, Vittorio Gassman y Jean-Louis Trintignant. Ambos están espléndidos. Cada uno de ellos conduce su rol hasta límites insospechados. Gassman se recrea en construir a un hombre sin escrúpulos, vividor y mujeriego, amante de la velocidad y con un punto de gamberro insolente, mientras que un jovencísimo Trintignant opta por el individuo más reservado, temeroso de todo cuanto le rodea y que, a pesar de estar embarcado en el viaje, aún no acaba de entender que narices pinta él en ese automóvil.

La cinta se desenvuelve bajo el punto de vista de la comedia. Consigue detalles espléndidos gracial al personaje de Gassman, el crápula por excelencia. Las majaderías de éste están aseguradas cada cinco minutos. Y Trintignant, a pesar de sus reservas ante la animosidad de su nuevo compañero, acabará desgranando ante él su vida y sus complejos. Poco a poco, ambos viajeros, irán abriendo los rincones más oscuros de su pasado, hasta llegar a un entendimiento mutuo envidiable.

Carreteras, chiringuitos de playa, alcohol, refrescos, velocidad y sexo. Y, amparando todas estas referencias, está la música de la época. El twist italianizado, aquel que también utilizara Bertolucci para adornar ciertos pasajes de La Luna. Concretamente se trata del St.-Tropez Twist, popularizado en los 60 por la voz de Peppino di Capri. Y, como guinda musical repetitiva, un clásico del pop de esos años, el Guarda Come Dondolo, el hit-parade de la época interpretado por Edoardo Vianello.

Pero, entre sus toques cómicos, en la ácida descripción de esos dos seres solitarios y sin futuro, se esconde una amargura punzante. Y es que La Escapada golpea en lo más íntimo, directamente al estómago. Su revisión, aparte de evocar paisajes y ambientes de un tiempo pasado, significa una lección de cine en sí misma. Yo, al menos, lo sentí de esta manera. No sé a que narices están esperando para editarla, de una vez por todas, en DVD.

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