5.5.05

Star Wars I: El lado blanco de un tipo oscuro

En dos semanas se estrena el título que cerrará la segunda trilogía de Star Wars (primera, en orden cronológico). Sé positivamente que muchos de ustedes van a perder el sueño durante estos largos catorce días. La emoción de reencontrarse con los héroes galácticos es superior a nuestro entendimiento, igual que el morbo que supone el conocer cual será la definitiva decisión que llevará al joven Skywalker a optar por alistarse a la zona oscura. El viernes 19, este misterio quedará desvelado para siempre. Mientras, y como aperitivo, les cuelgo mis impresiones sobre los dos últimos títulos estrenados de esta millonaria odisea. Hoy La Amenaza Fantasma; la próxima semana El Ataque de los Clones.

Dieciséis largos años nos tuvo George Lucas en espera de retomar lo que sería la primera trilogía de la saga Star Wars tras habernos dejado con cierto mal sabor de boca con la irregular y simplona El retorno del Jedi, uno de los peores títulos de la anterior entrega. Por suerte, con el estreno de La Amenaza Fantasma, Lucas nos demostró seguir estando en plena forma y, al igual que hiciera con La Guerra de las Galaxias, volvió a ser él mismo quien, tras varios años de inactividad como realizador, se puso tras la cámara para dirigir el anhelado regreso, contando, como es lógico, con la colaboración musical del maravilloso John Williams quien, partiendo de la mítica partituta original, dió un nuevo sentido a la misma.

Y Lucas lo orquestó todo de manera perfecta, recogiendo el mismo espíritu aventurero y fantasioso con que afrontó el primer y más mítico título de la serie (a pesar de que muchos se empeñen en que el más sobresaliente se trata de El Imperio Contraataca), plasmando igualmente un sinfín de mundos imaginarios a través de una magnífica percepción visual y en el que los efectos especiales digitalizados cobraron un protagonismo innegable. La distracción estaba garantizada y el ritmo narrativo asegurado. Por fín íbamos a conocer todas las influencias del pasado de una numerosa serie de personajes convertidos en iconos de nuestra sociedad. El Bien y el Mal de nuevo reventando las taquillas.

La cinta arranca varios años antes de la acción que ya conocíamos por la trilogía anterior y en donde, por ejemplo, Obi-Wan Kenobi (Ewan McGregor en ésta, Alec Guinness en La Guerra de las Galaxias) es un jovenzuelo aprendiz de Caballero Jedi bajo la tutela del maestro Qui-Gon Jinn (Liam Neeson, interpretando a uno de los personajes con más entidad de este episodio), mientras el malhumorado, oscuro y tiránico Darth Vader es sencillamente Anakin Skywalker (Jake Lloyd), un niño rubito dotado de ciertos poderes mentales, cargado de buenas intenciones y retenido en el planeta Tatooine como esclavo de un avaricioso y verdoso chatarrero. Así, poco a poco, Lucas nos fue desvelando algunas de las claves que anteriormente ya había mostrado en sus tres primeros títulos, centrándose ante todo -después de haber descubierto Qui-Gon al pequeño Anakin-, en la posibilidad de que este joven pudiera ser el Jedi mítico que acabara compensando la tan cacareada Fuerza.

Fiel a su filosofía cinematográfica, con un espíritu aventurero envidiable, el director fue jugando a lo largo y ancho de su metraje con distintos géneros, atreviéndose incluso con un celebradísimo y trepidante homenaje a la antológica carrera de cuadrigas de Ben-Hur y acentuando, al mismo tiempo y de manera positiva, los rocambolescos e inolvidables seres que llenaban la espectacular y sombría cantina galáctica de La Guerra de las Galaxias, en esta ocasión aumentados en número y poblando las calles de la arenosa capital de Tatooine. Un curioso cameo de un muy básico C3PO y la presentación en sociedad (y por todo lo alto) de R2D2, se encargaronn del resto de guiños.

Un divertimento más que, sin embargo, se vió herido levemente por la irritante presencia de Jar Jar Binks, un personaje demasiado infantil y cargante, una mezcla entre Goofy y Ronaldinho, con una dicción difícil de pillar y perteneciente a la anfibia tribu de los Gungan que, sin gracia alguna, iba robando planos con nocturnidad y alevosía al resto de protagonistas de esta Amenaza Fantasma. A buen seguro, Lucas lo ideó para suplir la ausencia del entrañable Chewbacca y el poco papel otorgado a R2D2. Aunque, por suerte, Jar Jar nunca llegará a ser tan odiado como los cursilones Ewoks de El Retorno del Jedi. Esos si que tenían delito.

De todos modos, analizada fríamente, ésta no tiene la entidad de sus primeras entregas, ni sus personajes principales son tan míticos como antes. Resulta entretenida, divertida, incluso curiosa. Pero la originalidad que vertió en La Guerra de las Galaxias o El Imperio Contraataca brilla por su ausencia, ya que da la impresión de haber sido elaborada partiendo de los mismos patrones utilizados para éstas. En definitiva, se trata de una inteligente operación de marketing, aunque cocinada con ingredientes de alta calidad.

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