1.5.05

Recuerdos y emociones

El jueves pasado, a eso de las cinco de la tarde, tuve una oportunidad única, de esas que no se olvidan fácilmente, pues pude presenciar, a grandes rasgos, en que consistirá la próxima gira musical de Joan Manuel Serrat. Y les puedo asegurar que, a partir del 7 de julio, día en que estrenará su espectáculo en el Teatre Grec de Barcelona, valdrá la pena acudir a la cita musical allí en donde se presente.

El debut musical de la semana pasada tuvo lugar en un extraño marco, ya que no se trataba de ningún teatro ni de un auditorio musical. Fue en el salón de actos de uno de los hospitales públicos con más prestigio de la ciudad Condal, el Hospital Vall d’Hebron. Ese centro hospitalario, que durante todo este año está conmemorando sus 50 años de existencia con diversos actos, convocó para el jueves una jornada dedicada a los pacientes. Durante todo el día se celebraron varias mesas redondas y conferencias, siendo invitado, para cerrar la misma y como personaje excepcional, el cantautor catalán, el cual acudió a la misma en la doble vertiente de cantante y paciente hospitalario.

Serrat, con la única compañía del piano del virtuoso Ricard Miralles (el mejor arreglista que ha tenido durante su larga trayectoria musical), de su guitarra y de su propia voz, desgranó 8 de los temas que compondrán su retorno a los escenarios tras su conocida intervención quirúrgica. Y no les engaño en absoluto cuando afirmo que, desde hace muchos años, no me emocionaba tanto ante un concierto de este vocalista, pues para la ocasión ha elegido un repertorio maravilloso, desempolvando viejas canciones de esas que no tocaba en directo en mucho tiempo.

Supongo que consciente de que el Serrat de los años 90 no es el mismo cantautor inspirado que nos venía deleitando desde mediados de los 60, ha iniciado un agradecido viaje al pasado regalando a su público lo mejor de lo mejor de su repertorio. No hace mucho ya nos sorprendió con su Serrat Sinfónico, a través de una gira retrospectiva en la que repasaba parte de su discografía en compañía de una gran orquesta sinfónica. El experimento tuvo su gracia y los arreglos musicales que hizo Joan Albert Amargós para el suceso fueron inmejorables. Lástima, de todas maneras que, a mi gusto, la elección de las canciones no estuvo muy acertada, pues se olvidó de incluir en esos conciertos una parte muy concreta de su discografía, centrándose, ante todo, en los trabajos publicados en la década de los 90, posiblemente la etapa menos creativa de ese gran y único poeta.

Ahora, con este reencuentro, apuesta por una musicalidad menos ampulosa, mucho más intimista, pues sobre el escenario sólo están Serrat y Miralles. Al desnudo. Y su elección promete ser más emotiva, o al menos esa fue la impresión que me llevé ante ese pequeño ensayo que hizo en Vall d’Hebron, volviendo a interpretar en directo entrañables canciones como De Mica en Mica o Res No És Mesquí. Al menos, quien esto escribe, no pudo contener un par de lágrimas cuando desgranó Esos Locos Bajitos.

He de reconocer que soy de aquellos que nací con la música de Serrat, de los que acaban asociando los recuerdos personales con su música. De aquellos que, ante ciertas canciones del Noi del Poble Sec, no pueden evitar ponerse melancólicos. Y es que ese hombre alto y enjuto, que está luchando contra un cáncer, ha acabado siendo como uno más de mi familia.

Y, gracias al azar, puedo decir orgulloso que he podido coincidir en más de una ocasión con él, pues me honra poder decir que un primo hermano mío, Josep Maria Bardagí, ya por desgracia desaparecido, cautivó una fuerte amistad, tanto personal como profesional, con Joan Manuel Serrat. Y cada vez que, al igual que el pasado jueves, tengo la oportunidad de dar la mano y cruzar unas palabras con Serrat, recupero un poco ese halo vital que desgranaba mi primo.

Nen, un petó i una abraçada molt forta allà on siguis, cabró.


Serrat y Bardagí

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