7.4.05

La vida es puro teatro

El otro día les hablaba de En el Estanque Dorado, una película realizada para lucimiento de un actor, en ese caso de Henry Fonda. Hoy voy a centrarme en una película más actual, aunque ambientada en el Londres de finales de los años 30 y que, dirigida por el húngaro István Zsabó, potencia al cien por cien la figura de Annette Bening. Se trata de Conociendo a Julia, la película por la cual, y de manera merecida, Bening fue nomida al Oscar por su espléndida interpretación y que aún se puede recuperar en algún cine de Barcelona.

Se trata de un film muy sencillo, una comedia agradable sin muchos secretos que desgranar que, basado en una novela del siempre estimulante Somerset Maugham, retrata el carácter de un personaje engreído, Julia Lambert, una actriz teatral vanidosa, resabiada y un tanto cínica. Endiosada por el público, debido al apabullante éxito obtenido en sus numerosas representaciones, extrapolará sus identidades en el escenario a su ámbito más íntimo y familiar, convirtiéndose en un ser intratable y falso que incluso malvive con ella misma precisamente por culpa de ese fingimiento perenne que ha otorgado a su persona.

Conociendo a Julia está narrada en clave de comedia, aunque, a lo largo de su proyección, asoman varios toques melodramáticos, mínimos pero necesarios, para reflejar la amargura que conlleva Julia Lambert. Zsabó, su realizador, se centra, ante todo, en la fría (pero tolerante) relación matrimonial que esa mujer tiene con su esposo (un efectivo Jeremy Irons), un ex actor metido a empresario teatral, y en la relación infiel y tormentosa que inicia con un chico mucho más joven que ella, un norteamericano un tanto trepa e interesado.

La cinta de Zsabó no tiene sorpresas. Es muy llana, pero resultona. Sus máximos valores se encuentran en la naturalidad con que transcurre todo lo narrado, en el perfecto trabajo de ambientación y, tal y como he citado antes, en la maravillosa interpretación de Annette Bening. En la cinta, la actriz, maneja dos registros totalmente distintos: por una parte la Julia arrogante e impulsiva, esa mujer destructiva e imparable, falsa, un tanto histriónica, situada por encima del resto de los mortales y, por otra, está la Julia más íntima, aquella que en sus momentos más calmados reflexiona sobre sí misma, conoce y acepta sus defectos, que se ama y se odia a partes iguales y que a duras penas entiende el envejecimiento de su cuerpo. Y, en esas dos facetas del mismo personaje, Bening está magnífica, demostrando, al mismo tiempo, ser totalmente valiente al aceptar ser fotografiada sin esconder sus arrugas y casi sin maquillar; y eso ocurre en numerosas ocasiones y a través de primerísimos planos.

Puro teatro, llevado al límite hasta fuera del escenario; la disección satírica de una mujer mortificada por no querer ser ella misma; que opta, aún odiándolo, por beber champagne en los actos sociales antes que tomar su brebaje preferido, una buena y fresca pinta de cerveza. Y las falsas apariencias, en general, acaban siendo mucho más dolorosas que la sinceridad.

No hay comentarios: