17.2.05

Almodóvar de 2 en 2 (VI): De remodelaciones, escritoras y ex policías

Kika supuso un fracaso comercial y crítico tan grande que Almodóvar se decidió a buscar otro tipo de historias que, en parte, le ayudaran a desmoldear ese universo tan compacto y repetitivo que se había creado. Renovó sus argumentos, aparcó un tanto ese ambiente gay y femenino tan característico de su firma e, incluso, buscó rostros nuevos que dieran un aire distinto a sus proyectos. Pero la cosa tan sólo quedó en eso, pues, como verán, La flor de Mi Secreto no acabó de funcionar en absoluto, mientras Carne Trémula sólo contentó a los que, hasta ese momento, no habían creído jamás en su cine. Y es que él, siguiendo con su tradicional ego por las alturas, hubiera querido que todos le siguieran alabando, sin deserciones de ningún tipo.

La flor de mi secreto (1995)
Siguiendo con la etapa más oscura y menos inspirada de su carrera, el realizador intenta huir de sus típicos ambientes y situaciones, recreándose en un retrato femenino, construido con cierta delicadeza pero lleno de poros por todas partes, el de una mujer frustrada en su matrimonio con un militar adúltero, con vocación de escritora y que acabaría descubriendo el verdadero amor de su vida en la persona de un periodista del diario El País.

Un melodrama rosado y pesado que daba la impresión de estar sacado, directamente, de las páginas de Corín Tellado, con pocos alicientes cinematográficos y dirigido de manera tan plana como académica.

Lo mejor de la aburridísima propuesta se encontraba en las buenas intenciones (fallidas) de nuestro Pedro en cambiar un tanto de tercio, abrirse a nuevos temas y renovar un tanto su particular fauna, así como en el inmejorable trabajo interpretativo de sus principales protagonistas. Marisa Paredes e Imanol Arias repetían en el mundo del director, mientras que Juan Echanove entraba en él por primera y última vez, reservando para las sempiternas Chus Lampreave y Rossy de Palma los cuatros chistes típicos y habituales en sus producciones.

Carme Elías y el bailarín Joaquín Cortés se estrenaban, al igual que Echanove, al lado de Almodóvar.

Carne trémula (1997)
Decidido a seguir aún un tanto distanciado de sus temáticas habituales y desmarcarse un tanto de esas connotaciones homosexuales que, durante una buena temporada, habían sido la fuente principal de inspiración de la mayoría de sus títulos, el director manchego, con Carne Trémula, urde uno de sus filmes más correctos junto con ¡Átame! y Todo Sobre Mi Madre, aunque, en esta ocasión, se le fue un tanto la mano al utilizar una narración en exceso melodramática, quedando todo ello como muy pasado de rosca.

El film nos narra la historia de un ex policía que tuvo que abandonar el cuerpo por culpa de un suceso violento, en el que se vió envuelto al lado de su compañero, durante una fría Nochevieja y que le dejó postrado en una silla de ruedas durante el resto de su vida. Uno de los implicados en el hecho, tras salir de prisión habiendo cumplido una condena de dos años, se reencontrará con el antiguo agente y su nueva esposa, la chica por la que él siempre había estado obsesionado. Un explosivo e inusual triángulo amoroso marcará el reencuentro de estos dos personajes.

Ambientada, en su parte inicial y a modo de flash-back, en los años 60, lo más destacable de ésta inusual producción se encuentra en sus buenas intenciones, su perfecta realización y, ante todo, en el buen hacer de Javier Bardem quien, por primera (y última) vez en una película de Almodóvar, deslucía con su soberbio trabajo la sosería innata de Liberto Rabal. Francesca Neri, Penélope Cruz, Pepe Sancho y Ángela Molina completan uno de los repartos más atípicos en su filmografía.

Como curiosidad, vale la pena resaltar que el citado Bardem, en esta cinta, ya interpretaba a un parapléjico. ¿Sería una premonición o una broma maliciosa del destino?

No hay comentarios: