22.1.05

Spaulding... ese tío raro

Hoy me he sentido como un bicho raro. Una rara avis. Y no por toda la polémica sobre el cine oriental. Que va. Eso lo tengo superado desde hace muchos años.

Les cuento. El otro día, tras estar charlando con una buena amiga a la que hacía tiempo no veía (y de la que me honra ser el padrino de su boda), salió en la conversación el tema de los DVD. Enterado de que poseían Spiderman, les pedí que me la dejaran para hacer una copia de seguridad, pues tenía la segunda entrega y me faltaba la primera. Y eso, aunque no lo crean, es de esas cosas que no me dejan dormir.

Aprovechando la coyuntura (y teniendo en cuenta lo buitre que es uno), les solicité, a ella y a su marido, que me dijeran que otras películas tenían en ese envidiable formato. Poquita cosa. Cuatro o cinco títulos, como la gente normal. Se habían comprado el reproductor de DVD recientemente y ellos, en realidad, no son tan aficionados al cine como el que esto escribe.

Aunque no lo parezca, soy una persona afable (a veces) y generosa (en menor grado), con lo que les brindé la posibilidad de que acudieran a mi videoteca particular (o, mejor dicho, deuvedeteca) si sentían la necesidad imperiosa de poder ver alguna película en concreto. Me pidieron, al azar, posibles títulos de memoria y, pensando en sus dos hijas, de 17 y 14 años, les cité los Shreks, Buscando a Nemo y los Toy Storys. Hicieron cara de extrañeza. "¿Esas películas para las niñas? ¡Qué va! Esas son las que le gustan a Manel, mi marido". Es verdad. Los niños no quieren ser niños y le restan importancia a las películas de animación. Creo que, en ese sentido, todos hemos pasado por el mismo trance. Yo mismo, durante varios años, me negué a ver una sola película de Disney. Entre eso y el fumarme algún que otro cigarrillo (a escondidas de todo el Universo) me sentía como más hombre. Años después me arrepentí y tuve que recuperar, a toda costa, algunas de las maravillas que por esa gilipollez infantil me había dejado escapar.

Volvamos al tema; a los DVD y a la posibilidad de dejarle algunos de éstos a esos buenos amigos. Les dije que les daría un listado impreso, que no tenía problema alguno en sacarlo, pues tenía todas las películas indexadas en una base de datos y que la imprimiría durante el fin de semana, pues ya eran más de 650 películas las que tenía en mi haber en ese formato. Y ellos, claro está, contentos, pues la posibilidad de un vídeo-club gratuito se les habría en su horizonte familiar.

Ni corto ni perezoso les imprimí la citada lista. Mis preciados tesoros en DVD, de la A a la Z estaban allí, uno detrás de otro (o, lo que es lo mismo, de A Sangre Fría a La Zona Muerta). El pasado lunes contacté con mi amiga, le devolví Spiderman y le di el listado. Le hizo gracia, aunque se quedó un tanto sorprendida ante tanta película acumulada. "Nos la miraremos con Manel y te pediremos que nos vayas dejando alguna, de vez en cuando".

Eso fue el lunes. Ayer me extrañó que aún no me hubieran dicho nada sobre el tema. Pensé que a lo mejor les daría cierto reparo lo de pedirme algunas películas, por lo que esta mañana la he llamado. "¿Qué, ya os habéis mirado las películas?". Lo habían mirado. Y, tras el primer vistazo, la lista desapareció de su casa. Pasó a estar en poder de su hija pequeña, la de 14 años. A la niña le gusta mucho el cine y fue tanto la sorpresa que se llevó ante esa larga retahíla de películas que decidió secuestrar el impreso y llevarlo a su colegio. Su madre me cuenta que allí tiene una amiga de su edad, también apasionada por el séptimo arte, a la que ha querido mostrar mi colección de deuvedés. Desde el pasado martes que está en estudio por parte de las dos niñas. Según me explican, a cada toque de campana para bajar al patio, en lugar de dedicarse a jugar, pillan la lista y, entre las dos, la analizan de cabo a rabo, película a película, debatiendo sobre cada uno de los títulos allí expuestos.

Me cuenta su madre que la niña está alucinada. Piensa que el propietario de tantos DVD no puede estar del todo bien de la olla. "Mamá, este señor, con tanta película, nunca podrá ver cada una de ellas más de una vez, ¿verdad?". Y es que, en su mentalidad (edad en la que acostumbran a devorar en múltiples ocasiones los pocos videos que tienen en casa), no le entra el concepto de un tío raro, viéndose varias veces cada una de las 650 películas que ostenta en su haber. Ni a ella ni a su amiga. Y es normal porque, en el fondo, las dos niñas tienen su razón. Spaulding es un tío raro. Una rara avis. O, al menos, yo he tenido esta impresión de mí mismo esta mañana, tras conocer ese escrutinio a fondo al que me veo sometido por parte de esas dos jovencitas. Y, repito, no están faltas de razón. ¿Para que tanto DVD?

Tras conocer las impresiones de las niñas, le he pedido fervientemente a mi amiga que nunca le diga a su hija que, en VHS, poseo más de 6000 títulos. "Por lo que más quieras, Anna, no se lo cuentes a tu hija, no les vaya a dar un síncope a estas dos criaturitas de Dios". Me imagino la estupefacción de la pequeña. "Y ese señor loco, aparte de no tener tiempo suficiente para verlas todas, ¿ya cabe en su casa?".

Estoy pensando en cambiar de hobby. Por mi mente se barruntan posibilidades para acabar con el vicio coleccionista. ¿Y si introduzco unas patatas fritas por la ranura de entrada del reproductor de VHS? ¿Convierto el DVD en mero soporte para salvaguardar vasos de plástico, aprovechando la redonda ranura sobre la que se apoyan los discos?

Vocecitas infantiles retumban en mi cabeza. "A ese señor gordo le falta un tornillo". "Está como una cabra y, además, no le gusta el cine oriental". "Vaya chalado, tiene hasta películas de Disney... está enfermo". Tengo que pensar alguna solución. Necesito un poco de cordura para tomar una decisión. Mientras, me pillaré el DVD de Desayuno con Diamantes y lo volveré a disfrutar por enésima vez.


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