12.11.04

A mazazos con el sistema

El personaje de Larry Flynt ha sido y será siempre, para las instituciones norteamericanas, una úlcera purulenta imposible de extirpar. Desde que creara su primera publicación erótica, Hustler –amparado por su pequeña red de locales de stripteases a principios de los 70-, hasta que se convirtiera en uno de los editores más célebres del país (con más de 30 publicaciones diferentes en su haber, haciendo la competencia directamente a Playboy y similares), el hombre tuvo que acudir en numerosas ocasiones a juicio, a causa de continuas y diversas denuncias.

Cuentan las crónicas que el verdadero Larry Flynt (postrado, en la actualidad, en una silla de ruedas debido a un atentado nunca aclarado) es un tipejo de mucho cuidado: insolente, despiadado, pendenciero y de poco fiar. Aunque todo esto es lo que menos le interesó a Milos Forman a la hora de llevar la vida de éste provocador nato a la gran pantalla, a través de El Escándalo Larry Flynt. Su intención, conseguida plenamente, fue denunciar la falsa moral americana al mismo tiempo que cuestionaba su alabado sistema judicial.

Cuando se enfrentó a este proyecto, el realizador checo había estado alejado del cine durante siete largos años, desde que filmara su interesante Valmont, una nueva revisitación de la novela Les Liasons Dangereuses, de Choderlos de Laclos , que fue injustamente poco apreciada por el público, seguramente debido a la proximidad en el tiempo de la exitosa adaptación del mismo título que hizo Stephen Frears en Las Amistades Peligrosas. Gracias a El Escándalo Larry Flynt, Forman regresó con fuerza y vertió el máximo cinismo posible para dibujar los avatares por los que pasó este complejo personaje que, con la sola ayuda de su abogado y de su amante esposa, se enfrentó a los más altos estamentos de su país.

Satírico en sus rasgos más cómicos (las apariciones de Flynt en las audiencias, provisto de disfraces en el más puro estilo Ruiz Mateos) y contundente en los pasajes más melodramáticos (la autodestrucción heroinómana de la mujer del protagonista), el film, aparte de contar con un magnífico e hiriente guión, se apoyaba totalmente en dos trabajos interpretativos dignos y controlados. Mientras por una parte Woody Harrelson explotaba a la perfección su lado más odioso y hortera (cosa, por otra parte, no muy difícil en él), Courtney Love (viuda de Curt Cobain, convertida por aquel entonces en líder del grupo Hole) se mostraba como una actriz consumada en su primera interpretación cinematográfica: de hecho, sabedora de sus maneras provocativas en los conciertos en directo, pocos registros habituales tuvo que variar respecto a su personaje musical para dar vida a la ambivalente, promiscua y drogadicta Althea Leasure, un trabajo que, por otra parte, le valió el Óscar a la mejor secundaria.

Para terminar, valdría la pena recordar que este film significó la segunda aparición de uno de los actores jóvenes más valorados en la actualidad, Edward Norton quien, tras haber interpretado a un peculiar personaje, al lado de Richard Gere, en un thriller ciertamente aceptable, Las Dos Caras de la Verdad, aceptó dar vida, en El Escándalo de Larry Flint, a Alan Isaacman, el confuso letrado del protagonista,.

Después de este título, Milos Forman le pilló cierto gusto a eso de los bipics conflictivos y urdió el que hasta ahora significa su último trabajo para la gran pantalla, el ingenioso e inolvidable Man on the Moon. Pero eso es otra historia. Una historia a la que cualquier día me acercaré desde este blog. Y es que es una de esas películas que, personalmente, me tiene robado el corazón.

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